domingo, 22 de junio de 2014

La otra primavera árabe...

Suponiendo que toda cultura atraviesa por distintas fases a lo largo de su existencia (pongamos cuatro, a saber: eclosión, desarrollo, madurez, decadencia –que puede conllevar, o no, su desaparición), y suponiendo, también, que nuestra cultura occidental no tiene por qué sustraerse a esta regla universal –lo que es mucho suponer–, diría que ahora nos encontramos, no obstante, en una interfase entre la tercera y la cuarta, que bien podríamos denominar de resignación ante lo que, inevitablemente, vendrá; quiero decir, ya está viniendo.

Por lo que respecta a la cultura árabe, creo que no hace falta señalar, aunque nuestros chavales de hoy no hayan hecho la EGB, que hace mucho tiempo que periclitó, por lo que esto que ahora vemos no pertenece al fascinante y ya casi olvidado esplendor árabe, de Arabia. Podremos llamarlo como más nos guste o dé la gana, pero no, desde luego, cultura árabe. A finales de 2010, una chispa intentó prender, y hubo un amago de libertad que fue ahogado apenas surgió, y cuyo resultado no ha sido, como muchos quisieron y desearon, un grito de justicia, un canto a la esperanza de un mundo mejor… Unos años después, comprobamos que ese intento democratizador no arraigó en absolutamente ninguno de la docena y media de países a los que, con mayor o menor intensidad, afectó el movimiento, desde Túnez, donde surgió, hasta la tradicional Palestina. En algunos de estos países, los gobiernos aparentemente libres, elegidos por el pueblo, están bajo la coacción constante de multitud de grupos, milicias y sectores reaccionarios vigilantes; en otros, la primavera se marchitó rápidamente, y fue reprimida con ferocidad, acallando toda disidencia; en los menos, leves concesiones por parte del poder sólidamente establecido apaciguaron casi de raíz los incipientes movimientos de protesta; y, en Siria, la oleada de libertad desembocó en una terrible guerra civil.

No sé si ese movimiento reivindicador tuvo un origen espontáneo o fue fruto de una actuación política perfectamente calculada y dirigida por ¿quién? En todo caso, estos tibios intentos de exportar la democracia capitalista a esos lugares llenos de bárbaros islámicos han fracasado, y el buenismo paternalista occidental es historia… Frente a eso, surgen, amenazadores, otros actores que quieren tomar el relevo de los revolucionarios de la primavera árabe, pero en una dirección completamente distinta: en los países en los que Occidente intervino para erradicar el Mal (Afganistán, Irak…, quizá pronto Irán, y otros donde aún existe, en apariencia, una sólida estructura de poder), hoy están en auge movimientos islamistas radicales que, a sangre y fuego, avanzan arrolladores hacia la conquista de un nuevo al-Ándalus, mucho más extenso que el anterior pero, al mismo tiempo, más feroz, desintegrador y, por supuesto, en absoluto portador de cultura y civilización.

Si tras estos nuevos revolucionarios de primavera está única y exclusivamente el fanatismo religioso musulmán, o si, por el contrario, esto solo es una excusa tras la que se esconde un complejo juego de intereses geoeconómicos con el petróleo y su control como telón de fondo, es algo que este escribidor desconoce, pero que no puede, en modo alguno, descartarse.

Así, queridos lectores, y aunque en principio no parezca haber conexión alguna entre los distintos escenarios de actuación, las manías persecutorias de los conspiranoicos tienen un contrapunto contundente y terroríficamente real en lo que se ha dado en llamar capitalismo neoliberal, que no es otra cosa que la verdadera conspiración mundial de unos pocos contra unos muchos, o sea, contra todos, si bien disfrazada de sistema igualitario e identitario de oportunidades, donde cada uno puede encontrar su lugar, y donde hay un lugar –numerado y reservado– para cada uno, se sea moro o cristiano.


4 comentarios:

  1. Creo que el ciudadano anónimo no tiene ninguna capacidad de intervenir en el juego de poderes en que estamos. Si acaso, puntualmente, tiene alguna influencia, pronto es fagocitada y reconducida. El poder es el poder. A veces lo tienen unos y a veces lo tienen otros. Nunca ha estado el poder en manos del Pueblo. El poder representa los intereses que lo apoyan, y nosotros estamos como convidados de piedra recogiendo lo que cae. En todo caso, soy funcionario y no puedo ser muy contundente con el poder que me mantiene. Estoy comprado. Imaginar que yo puedo ser revolucionario es una situación propia de Gila o de Tip y Coll. En todo caso, y es mucho, puedo vivir en mi mundo interior y ser revolucionario en él o intentarlo al menos. Las revoluciones son un día de claveles rojos y luego se acaba el romanticismo en cuanto hay que articular el poder. Lo que pedimos o imploramos es que el poder no sea demasiado cruel con nosotros. Si hay que hacer alguna reverencia, la hacemos, no faltaba más. Es cuestión de supervivencia. En los países árabes hubo primavera y nos lo creímos. Las primaveras se ahogan en sangre o se aplastan. Es el destino de todas las primaveras.

    Un abrazo.

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    1. Hay algo anacrónico pero a la vez intemporal en todas nuestras disquisiciones, porque pareciera que estamos continuamente descubriendo cosas que, sin embargo, ya estaban ahí mucho antes de que las pensáramos. Quiero decir, Joselu, que desde ese anonimato que nos es propio como miembros cuantificables y plenamente prescindibles de la colmena, sentimos -algunos, no sé cuántos, y quizá me equivoque y seamos más de los que pienso- que todo cuanto hacemos, decimos o intentamos no sirve de nada... Sin embargo, nos es imposible dejar de hacerlo, porque ello significaría el fin físico de nuestra existencia (el fin, en resumidas cuentas). Hace tiempo escribí que revolucionar solo es dar vueltas, y en eso seguimos, hasta marearnos, nosotros, que somos todos, en última instancia, mercenarios del poder...

      Un abrazo

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  2. En primer lugar, no creo que las culturas tengan necesariamente que seguir esa regla universal de evolución. Las culturas también se mezclan para dar paso a otra cultura diferente. Pero lo de quitarse de un plumazo la cultura árabe como ente vivo no creo que sea acertado. Y menos atendiendo a motivos políticos, que existan teocracias autoritarias como Arabia Saudí o repúblicas corruptas (como en gran parte del África) no implica que la cultura árabe esté ausente.
    Pero dicho esto, estoy de acuerdo contigo en que la chispa de la libertad no prendió. El nombre de Primavera es curioso porque da entender el florecimiento, pero no la maduración y es eso lo que ha sido. Flores tempranas que se han marchitado. Los motivos son tantos que es difícil enumerarlos: presiones de los actores políticos existentes, falta de apoyo internacional, protección de las fuentes energéticas, la geopolítica de Oriente Medio, etc... Todo causas que no tienen que ver con el pueblo árabe, que quiere libertad y bienestar (aunque es difícil no caer en generalizaciones). ¿Es mejor un gobierno islamista que un gobierno autoritario? Pues depende de para quién. Si es lo que quiere el pueblo, en mi opinión es mejor lo primero. Ya se sabe que las democracias nacientes van a ser inestables, pero la justicia de la democracia también debería pesar. sin embargo, la justicia está teniendo poco que ver en las Relaciones Internacionales del Mundo Árabe. Y como citas, la intervención de Occidente ha sido crucial en el devenir de los nuevos conflictos y la aparición del terrorismo salafista.

    Este tema es tan apasionante para mí que tendría para escribir una tesis, por eso sólo expongo algunos pocos argumentos. Enhorabuena por el post.

    Un abrazo

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    1. Bueno, Moisés, si te das cuenta, como bien dices, esa mezcla crea otra cultura diferente, de modo que... vuelta a empezar el ciclo, en el que puedes incluir tantas fases como desees, por supuesto. Por otra parte, es encomiable tu visión del mundo árabe como un ente vivo que fluye, de la misma forma en que lo hace el mundo NO árabe, en el que, por cierto, la variedad de subculturas, tradiciones e ideologías es tan amplia que difícilmente podríamos atenernos a una tipología uniforme para definirlas. No se trata aquí de quitar nada, ¡faltaría más!, sino, por el contrario, de poner, pues en definitiva, todas las culturas se circunscriben al ámbito de lo humano (aunque cada vez más especialistas incluyen a los demás primates no humanos en el plano cultural, al menos en sus primeras e incipientes manifestaciones), constituyendo, en esencia, una única especie parlante..., o vociferante, que también depende.

      En todo caso, sigo sosteniendo que la cultura árabe, aquella que alumbró al mundo en todo su esplendor hace siglos, no existe hoy, y lo que vemos, por variado, colorista o digno que sea, es a la original cultura árabe lo que el neoclasicismo al clasicismo auténtico: un sucedáneo más o menos artificioso, más o menos real, pero en absoluto el original, lo cual, por otra parte, no es bueno ni malo en sí mismo, solo diferente.

      No me meteré demasiado en política, ni estrategia económica, ni me apasionaré mucho con nada, a estas alturas, porque en lo que con más intensidad pongo mi empeño, que es la denuncia de la necedad, allí donde la encuentre, tampoco me ocupa demasiado tiempo cada día, habida cuenta de que es, como les sucedía a los paladines medievales y sus dragones sanjorgianos, luchar contra la nada.

      Desesperado estoy, Moisés, porque no espero... Lo demás, es diálogo gratificante, a veces, o enquistado, otras, y entonces se torna discusión, disputa, soberbia, sinrazón..., que tanto apego tienen a nuestro ADN. Este escribidor, en cambio, se rebela contra sus genes...

      Gracias por tu participación, y recibe mi abrazo.

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...