domingo, 25 de noviembre de 2012

Medios de control de masas


Cualquiera sabe que la sociedad se mueve diletantemente en tanto no bascula sobre un eje concreto –y correcto– que le proporcione el necesario equilibrio. Aparte del combate ideológico hoy prácticamente inexistente –y casi es mejor así– entre defensores y detractores de principios y valores varios, ya que la uniformidad del pensamiento global ha calado hasta los huesos en el conjunto de las sociedades mundiales, por más que se disfracen, unas de cordero y otras de mesiánico ser, poco o nada queda de la secular lucha de clases, denostada hasta la extenuación incluso, ya, por los pródigos descendientes de sus afanados instigadores.

Pero, con la sabiduría que dan las profecías por cumplir, sería menester, ahora mismo, resucitar las viejas y polvorientas proclamas proletarias, porque no tardando a eso vamos a ver reducidos pueblos y culturas. ¿Por qué será que el movimiento obrero cesó radicalmente en cuanto se produjo un cambio de nomenclatura, tan evidente como incomprensible, y los trabajadores se convirtieron, por arte de birlibirloque, en operarios? Quizá el diablo anduvo enredando, y mediante promesas y engaños sedujo a los pobres parias de la tierra ofreciéndoles un paraíso que, andando el tiempo, se está cobrando elevadísimos y sanguinarios intereses…

No es la intención de este pobre escribidor decir nada que no se sepa Ni es su misión en la vida desfacer entuertos, que pocos –por no decir ninguno– Quijotes quedan ya por los caminos, antes llenos de Panzas, y sobre todo de asnos, que no están tan en riesgo de extinción… Ahora bien, sin decirlo, debe proclamarlo, que no en vano se tiene por hombre libre, incluso en medio de esta gran prisión. Chomsky ya habló mucho y bien sobre las variadas formas de que se sirve el poder –en abstracto, que no es cuestión ahora de personalizar– para ejercer su control sobre la sociedad indolente, para manipular la información que la sociedad inane necesita, y para adulterar la calidad de los bienes que la sociedad indecente consume sin apenas preguntar por su origen o raíz. Y otros se han hecho eco de estas y algunas estrategias más de control.

Quizá, y aunque este escribidor se equivoque de medio a medio, pues de ello no conoce más que lo poco que alcanza a oír y comprender ya que nunca, jamás, ha participado, pertenecido ni curioseado en semejante asunto, el medio de control social –entiéndase de masas– actual más eficaz de que disponen quienes ejercen autoridad y poder impúdicamente sea las redes sociales. Y es que la terrible duda –ya confirmada, por otra parte, respecto a la educación, aunque de eso hablaremos otro día– de que todo aquello que se ofrece como argumento para el libre y sagrado ejercicio de la libertad, tanto en su vertiente individual como colectiva, no deja de ser, al mismo tiempo y por ese preciso motivo, un medio idóneo y enseguida contagiado de control social, le asalta al escribidor.

Cuanto más se involucra un sujeto en la red, en cualquier red, más se enquista en esa suerte de territorio movedizo del que resulta ya imposible escapar. Es como una secta cuyo pastor, en su acepción perfeccionada, es el rumor, que enseguida se torna chisme y termina por convertirse en cotilleo mundial. A través de estas redes, en las que cada vez más y más gente cae, el poder ejerce una suerte de control difuso pero igualmente efectivo, pues se encauza y dirige la opinión global de manera ni siquiera sutil, sino abrupta y descaradamente, propagando toda clase de noticias con o sin fundamento o rigor, que es lo de menos, pero a una velocidad de vértigo que posibilita, si bien por una parte cierta libertad de acción a las masas participantes, por otra el conocimiento instantáneo de estos movimientos masivos por parte de los esbirros al servicio del poder y sus medios de control.

Que a veces se escape a dicho control tal o cual evento, reunión o aglomeración puede ser otro indicador más del fin último deseado por el poder, precisamente la aparente libertad del movimiento social en su conjunto. Es verdad, también, que factores imprevisibles, incluso para quienes pretenden ejercer su dominio sobre la sociedad, pueden darse, y de hecho suceden, al margen de la actividad estrictamente programada y/o deseada, como una suerte de efectos (co)laterales en el ejercicio del poder real. Y en esto poca o ninguna influencia tendrían los poderes a los que estamos habituados, esos que consagran las leyes que nos rigen.

Contradictoriamente al empecinado objetivo de nuestra especie, que es progresar indefinidamente, unos pocos individuos, aquellos a quienes les está reservada la parte sagrada de los oficiantes, se sirven de la tecnología, cada vez más perfeccionada, para asegurarse el beneficio de sus aplicaciones sin tener que repartirlo con las masas. ¿Acaso no necesitan quien las guíe e instruya?

Se trata, en definitiva, de crear adictos, que ya se sabe que es mucho más fácil controlar a quienes se ven sometidos a necesidad. Y no parece que, en esa alta misión, haya nada mejor que enganchar a todo quisqui a las redes sociales, puesto que, según dicen, si no se está en alguna uno no existe. ¿Tendrá algo que ver esa nueva cosa que se llama wasap?

Entretanto, el Gobierno –¿nuestro Gobierno?– retomará mañana, tras el paréntesis dominical, su normal actividad paranormal. Quizá habría que sacar en procesión al santo Mariano…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...