miércoles, 12 de septiembre de 2012

Forajidos


Cada año se mata (¿matamos?) de hambre a entre nueve y diez millones de niños en los países subdesarrollados; eso sí, tras haberlos vacunado contra todo tipo de enfermedades verbigracia las grandes farmacéuticas mundiales. Cada año cientos de miles de mujeres son violadas a lo largo y ancho del mundo (millones, imagino, ya que muchísimas no lo denuncian porque sería aún peor la vergüenza o el castigo), y no se incluyen aquí sino las de carácter sexual únicamente, porque las otras, las de la dignidad, las psicológicas, las de baja intensidad, ¿cómo cuantificarlas? En muchos casos son, además, lapidadas después en los países islámicos, gracias a una ley divina que algún hombre santo se encargó de traducir. Cada año millones de sujetos vagan (deambulan) por los alrededores de los cubos de basura en los países hiperdesarrollados…

Aquí, durante un par de semanas del mes de agosto pasado, parece que hubo un pacto tácito entre no sé muy bien qué partes para que no pasara nada de especial relevancia (salvo el incendio de nuestros bosques y montes, claro, pero imagino que en eso no hubo pacto, aunque sí responsabilidad de las autoridades por la disminución de fondos y medios para combatirlos), mientras Pinocho se daba baños, no de multitudes, precisamente. El país pareció resistir bien el órdago y, efectivamente, no pasó nada significativo. Entonces, ¿para qué queremos a estos gilipollas de políticos que tenemos? ¿Para que lo jodan todo más? Mejor haría el inquilino –pero que no paga alquiler, como otros muchos jetas– de la Moncloaca en coger la maleta y partir al exilio (aún, a día de hoy, continúa deshojando la margarita, ejerciendo de buen gallego que es), que ya se sabe, este país solo es madre de los hijos de otras.

Al paso que vamos, con una masa social en estado crítico, cada vez más acuciada por todo tipo de impuestos, rodeada por el Estado en una suerte de círculo maléfico en el que somos a la vez víctimas y oficiantes, acabaremos todos, o la mayoría, convertidos en forajidos. Igual que pasó en los Estados Unidos durante los años veinte del siglo XX con la enmienda a la Constitución que prohibió el alcohol, consagrando lo que todos dieron en llamar Ley Seca o Prohibición. Entonces, de golpe, millones de honrados norteamericanos se encontraron de repente fuera de la ley. Y es que no hay nada como una buena ley para que la gente, las masas, sepamos a qué atenernos con respecto al poder.

Pero no se asusten, esforzados lectores y contribuyentes, porque cree este escribidor que España es el único país del mundo donde se puede estar en misa y repicando. Ya se proveerá, ya…

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Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...