Cada año se mata (¿matamos?) de hambre a entre nueve
y diez millones de niños en los países subdesarrollados; eso sí, tras haberlos
vacunado contra todo tipo de enfermedades verbigracia las grandes farmacéuticas
mundiales. Cada año cientos de miles de mujeres son violadas a lo largo y ancho
del mundo (millones, imagino, ya que muchísimas no lo denuncian porque sería aún
peor la vergüenza o el castigo), y no se incluyen aquí sino las de carácter
sexual únicamente, porque las otras, las de la dignidad, las psicológicas, las
de baja intensidad, ¿cómo
cuantificarlas? En muchos casos son, además, lapidadas después en los países
islámicos, gracias a una ley divina que algún hombre santo se encargó de
traducir. Cada año millones de sujetos vagan (deambulan) por los alrededores de
los cubos de basura en los países hiperdesarrollados…
Aquí, durante un par de semanas del mes de agosto
pasado, parece que hubo un pacto tácito entre no sé muy bien qué partes para
que no pasara nada de especial relevancia (salvo el incendio de nuestros
bosques y montes, claro, pero imagino que en eso no hubo pacto, aunque sí
responsabilidad de las autoridades por la disminución de fondos y medios para
combatirlos), mientras Pinocho se daba baños, no de multitudes, precisamente.
El país pareció resistir bien el órdago y, efectivamente, no pasó nada
significativo. Entonces, ¿para qué queremos a estos gilipollas de políticos que
tenemos? ¿Para que lo jodan todo más? Mejor haría el inquilino –pero que no
paga alquiler, como otros muchos jetas– de la Moncloaca en coger la maleta y
partir al exilio (aún, a día de hoy, continúa deshojando la margarita,
ejerciendo de buen gallego que es), que ya se sabe, este país solo es madre de
los hijos de otras.
Al paso que vamos, con una masa social en estado
crítico, cada vez más acuciada por todo tipo de impuestos, rodeada por el
Estado en una suerte de círculo maléfico en el que somos a la vez víctimas y
oficiantes, acabaremos todos, o la mayoría, convertidos en forajidos. Igual que
pasó en los Estados Unidos durante los años veinte del siglo XX con la enmienda
a la Constitución que prohibió el alcohol, consagrando lo que todos dieron en
llamar Ley Seca o Prohibición. Entonces, de golpe, millones de honrados norteamericanos se encontraron de repente fuera de la ley.
Y es que no hay nada como una buena ley para que la gente, las masas, sepamos a
qué atenernos con respecto al poder.
Pero no se asusten, esforzados lectores y
contribuyentes, porque cree este escribidor que España es el único país del mundo
donde se puede estar en misa y repicando. Ya se proveerá, ya…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Sepan quantos esta carta vieren: conçejos, justiçias, regidores, caualleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos, como porque la principal cosa a que yo vine a estas partes no es acabada, e pues como estamos pobres e menesterosos, e faltos de seso e entendimiento, e porque lugar es este en que han de façer por grand voluntad la merçed los que agora son e de aquí adelante nos den su opinion...